TÒXICOS

 

 

LOS TRANSGENICOS SON MALOS PARA LA SALUD HUMANA

 

Los alimentos transgénicos son aquellos que han sido modificados genéticamente para que tengan una mayor resistencia a las plagas. Las semillas llevan incorporado el veneno para los insectos, el inconveniente es que ese veneno, también nos lo tomamos nosotros. Las de maíz y soja contienen Roundup, el mayor herbicida del mundo.

 

Los tipos de alimentos transgénicos son la soja, maíz, algodón y colza. El inconveniente está en que prácticamente todos los alimentos tienen alguno de estos compuestos, por ejemplo azúcar de maíz (sodas, bebidas de cola, pastelería, salsas, bombones, caramelos, chocolate...). Y los animales que nos comemos que han sido alimentados con maíz transgénico (pollo, vaca, conejo, cerdo, leche, huevos...).

 

No se sabe ciertamente el daño que producen en el ser humano, porque no se han hecho los test adecuados; sólo sabemos que nos hacen daño a largo plazo. En general, impiden que los órganos y las células funcionen bien. Se sabe que el cáncer, las enfermedades hormonales, metabólicas, inmunitarias, nerviosas y reproductivas están relacionadas con los agentes químicos que contienen.

 

Dr. Gilles-Eric Séralini, experto de la Comisión Europea en transgénicos dice que urge presionar a los gobiernos a que exijan a las compañías productoras de transgénicos que se hagan públicos los estudios de los efectos que estos alimentos tienen en la salud: "No es posible alimentar al mundo con un producto que sólo se ha probado tres meses en ratas y cuyos análisis de sangre son secretos". "Los transgénicos son tóxicos para la salud humana".

 

Hay que pedir a los gobiernos de Europa que hagan públicos estos análisis; y, cuando lo hagan, muchos debates ya no tendrán sentido porque serán evidentes los efectos de los OGM. Yo soy uno de los cuatro expertos que han trabajado para la Unión Europea en el conflicto que se debate en el marco de la Organización Mundial del Comercio entre Estados Unidos y Europa para etiquetar los OGM. La UE ha pedido los resultados de las pruebas a las compañías para aceptar o no la comercialización de estos productos, pero las compañías dicen que son confidenciales, cuando según la ley de la UE deberían ser públicos. Ya hemos ganado algún juicio contra Monsanto demostrando los efectos nocivos de los OGM que pudimos analizar.

 

Para saber si los OGM son tóxicos, se hacen los mismos test en todo el planeta; se les da a las ratas dos dosis de maíz transgénico durante tres meses y se les hacen dos análisis de sangre, a las cinco semanas y a los tres meses. Los resultados fueron: aumento de grasa en sangre (del 20% al 40%), de azúcar (10%), desajustes urinarios, problemas de riñones y de hígado, precisamente los órganos de desintoxicación.

 

En España hay 100.000 hectáreas dedicadas al cultivo de maíz transgénico (casi todo en Catalunya), es la puerta de entrada de los OGM a Europa.

 

Estudios sobre los efectos del Roundup (el mayor pesticida del mundo, utilizado en tres cuartos de los transgénicos) en células humanas, directamente las mata. Los expertos pedimos dos años de test sobre animales en laboratorio, tal como se hace con los medicamentos; pero entonces los OGM no son rentables.
Hay un gran combate político y económico sobre este tema, y hay que decírselo a la gente: no nos permiten ver esos análisis de sangre ni conseguimos hacer el test más allá de tres meses. Esto es un escándalo escondido por las grandes compañías.

 

Es el mayor desafío financiero que jamás ha existido. Hay cuatro plantas que alimentan al mundo a nivel intensivo: soja, maíz, arroz y trigo. Las compañías registran patentes sobre las plantas de estos alimentos gracias a los OGM. Quien tenga las patentes y cobre royaltis cada vez que alguien las coma o cultive en el planeta será el rey del mundo; por eso las grandes empresas farmacéuticas han empezado a hacer OGM. Las ocho mayores compañías farmacéuticas son las ocho mayores compañías de pesticidas y de OGM. Monsanto tiene el 80% de la biotecnología del mundo.

 

Hace quince años, todos los gobiernos de los países industrializados apostaron en el desarrollo de la industria de la biotecnología, donde se ha invertido mucho dinero público. Los gobiernos saben que hay problemas con los OGM, pero si consiguen y publican los resultados de los análisis, resultará que todo lo autorizado hasta el momento ha sido un error de graves consecuencias, lo que hundiría cualquier gobierno. Aun así, jamás un OGM ha sido autorizado por los ministros de Medio Ambiente de Europa.

 

Un informe de Amigos de la Tierra, COAG, Ecologistas en Acción, Greenpeace y CECU Agricultores, ecologistas y consumidores denuncian en el Parlamento Europeo los impactos socioeconómicos de los transgénicos en España.

.- El análisis de casos concretos de agricultores ecológicos contaminados por OMG desvela unas pérdidas de hasta 26.000 euros/campaña *

Madrid/Bruselas, 24 marzo 2010. Representantes de Amigos de la Tierra, Greenpeace, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) y la Coordinadora Europea Vía Campesina han presentado en el Parlamento Europeo un informe sobre los impactos socioeconómicos de los transgénicos en España.  Actualmente, se discute a nivel europeo la evaluación de estos impactos antes de aprobar un cultivo transgénico.

 

España es el único país de la UE que cultiva transgénicos a gran escala, y la desastrosa situación de contaminación generalizada y absoluta falta de transparencia y control debe ser considerada a la hora de valorar el cultivo de transgénicos en Europa.

 

El Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE aprobó en Diciembre de 2008 considerar los impactos socioeconómicos a la hora de evaluar la aprobación de un cultivo transgénico. Actualmente, tras consultas a los Estados Miembro sobre su experiencia sobre el tema, está en discusión en Bruselas y habrá una propuesta en Junio.

 

El Gobierno Español aporta una visión completamente distorsionada de la realidad sobre estos impactos. Por ejemplo negando en público, aunque reconociendo en privado, los casos de contaminación por transgénicos. Por ello, las organizaciones han preparado un completo documento con todas las referencias disponibles sobre la auténtica situación en el Estado Español, denunciando también la enorme dificultad y oscurantismo existente para obtener datos sobre estos impactos.

 

Algunas de las características que definen la experiencia del cultivo de transgénicos en España en este ámbito son:


- La pérdida del mercado de maíz ecológico por contaminación transgénica, lo que supone la desaparición del sector del maíz ecológico y una enorme dificultad de producir incluso maíz convencional en determinadas zonas.
- Daños a iniciativas sociales, al desarrollo rural y a otros sectores, como el sector de la producción y compra de cereales de cultivo ecológico, la transformación en harinas y la elaboración de productos de panadería. 
- La pérdida de mercado de gluten de maíz convencional por contaminación por transgénicos y venta a menor precio para piensos animales;
- La pérdida de piensos ecológicos al estar contaminados por transgénicos y el coste de reemplazarlos por piensos no contaminados;
- La subida de precios de los piensos ecológicos para ganadería ecológica debido tanto al sobre coste de adquirir maíz ecológico no contaminado como a la subida del precio de elementos alternativos.  
- El alto coste de los análisis para asegurar la no presencia de transgénicos, que asumen los agricultores que no los cultivan.
- La contaminación de las semillas no transgénicas.
- La contaminación generalizada por transgénicos de los alimentos a la venta en supermercados que contienen soja o maíz, incluyendo leches infantiles, papillas o galletas.
- La imposibilidad de establecer seguros agrarios que cubran los daños producidos por los transgénicos.

 

Además el desastre ecológico provocado por las semillas transgénicas contaminando miles de especies y variedades vegetales que los agricultores, desde siempre, nos podíamos auto reproducir sin coste, está provocando efectos perversos en muchos lugares del planeta.

 

Uno de los más graves está sucediendo en la India, donde cada año se suicidan unos 20.000 agricultores al comprobar, desesperados, el engaño de las semillas transgénicas.

 

De pronto, se encuentran con que no hacen ni el dinero suficiente para pagar las malditas semillas transgénicas de arroz y algodón, y se dan cuenta de que, a la vez, han perdido todas las semillas autóctonas de arroz que tenían, con las cuales, sin ningún coste, podían resembrar año tras año y alimentar, como mínimo, a su familia. El instrumento para suicidarse es un trago del pesticida que antes, con sus semillas, no les hacía falta utilizar, y que ahora, como modernidad impuesta, tampoco pueden pagar.

 

Si a este problema social, que empobrece aún más a los países menos desarrollados, le añadimos el problema de la afectación a la salud de las personas y la contaminación ambiental, nos encontramos con un cóctel que se tiene que calificar de terrorismo biológico, con graves secuelas de muerte y desolación.

 

A pesar del rechazo que provocan en la sociedad europea los alimentos transgénicos, por sus probables consecuencias negativas en la salud de las personas, las multinacionales farmacéuticas que monopolizan la obtención de semillas a nivel planetario siguen adelante en su sofisticación de la técnica de dominación de los genomas vegetales.

 

La implementación de una técnica denominada “Tecnología de restricción del uso genético” (TRUG), vulgarmente denominada “Terminator”, hará posible la creación de semillas suicidas. Es decir, las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún coste. Pero lo que todavía es más grave es que la Unión Europea subvencione, con el dinero de todos los ciudadanos, a aquellas empresas mafiosas para que encubran la maldad de la semilla suicida o “Terminator”.

 

Es decir, si un agricultor quiere sembrar al segundo año una semilla producida por él mismo a partir de una semilla transgénica comprada el año anterior, deberá pagar a la industria farmacéutica por aplicar la tecnología “Exorcista” (un producto químico, por ejemplo), para recuperar la vida de aquella semilla medio muerta,  obtenida de segunda generación.

Es, además, muy preocupante que las multinacionales Monsanto, Singenta-Novartis, Bayer, Basf, …, que dominan el mundo de las semillas, a la vez tengan potentes industrias farmacéuticas y de alimentación. Son intereses muy contrapuestos que haría falta separar por el bien de la humanidad, puesto que salud y alimentación van íntimamente relacionadas y son parámetros que habrían de estar excluidos de la locura especulativa y de la manipulación genética en que han entrado estas empresas.

 

Aunque más alarmante es que quien, teóricamente, nos tendría que defender de los abusos de estas industrias, léase Comisión Europea con su presidente Barroso a la cabeza, se venda a sus intereses, aprobando la legalización de una patata transgénica de Basf, http://www.greenpeace.org/espana/news/100302-02, con estudios que demuestran su peligrosidad, en contra de la opinión mayoritaria de un Parlamento Europeo que cada día se está convirtiendo más en un lugar de simple pastoreo político, sin ningún poder democrático sobre la mafia organizada en torno a la Comisión Europea.

 

¿De qué nos sirve votar a un Parlamento Europeo y mantener a cientos de diputados y miles de funcionarios, si quien realmente gobierna son títeres, como el Sr. Barroso, a las órdenes de estas industrias farmacéuticas?

Suiza puede ser un buen ejemplo de participación ciudadana. Por referéndum popular vinculante convocado por el mismo pueblo suizo, con el aval de 100.000 firmas, pudieron prohibir hace años los transgénicos.

 

 

EL GLIFOSFATO Y LOS TRANSGENICOS
“El glifosato estimula la muerte de las células de embriones humanos”
Confirmó los efectos letales del herbicida en células humanas de embriones, placenta
y cordón umbilical. Alertó sobre las consecuencias sanitarias y ambientales, y exigió la realización de estudios públicos sobre transgénicos y agrotóxicos. Cuando dio a conocer sus investigaciones, recibió críticas y desacreditaciones.

 

Gilles-Eric Seralini es especialista en biología molecular, docente de la Universidad de Caen (Francia) y director del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética (Criigen). Y se ha transformado en un dolor de cabeza para las empresas de agronegocios y los defensores a ultranza de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados –transgénicos–) .

 

En 2005 descubrió que algunas células de la placenta humana son muy sensibles al herbicida Roundup (de la compañía Monsanto), incluso en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura. A pesar de su frondoso currículum, fue duramente cuestionado por las empresas del sector, descalificado por los medios de comunicación y acusado de “militante verde”, entendido como fundamentalismo ecológico. Pero en diciembre pasado volvió a la carga; la revista científica Investigación Química en Toxicología (Chemical Research in Toxicology) publicó su nuevo estudio, en el que constató que el Roundup es letal para las células humanas. Según el trabajo, dosis muy por debajo de las utilizadas en campos de soja provocan la muerte celular en pocas horas. “Aun en dosis diluidas mil veces, los herbicidas Roundup estimulan la muerte de las células de embriones humanos, lo que podría provocar malformaciones, abortos, problemas hormonales, genitales o de reproducción, además de distintos tipos de cánceres”, afirmó Seralini a Página/12 desde su laboratorio en Francia. Sus investigaciones forman parte de la bibliografía a la que hace referencia el Comité Nacional de Etica en la Ciencia en su recomendación para crear una comisión de expertos que analice los riesgos del uso del glifosato.

 

El investigador había decidido estudiar los efectos del herbicida sobre la placenta humana después de que un relevamiento epidemiológico de la Universidad de Carleton (Canadá), realizado en la provincia de Ontario, vinculara la exposición al glifosato (ingrediente base del Roundup) con el riesgo de abortos espontáneos y partos prematuros. Mediante pruebas de laboratorio, en 2005, Seralini confirmó que en dosis muy bajas el Roundup provoca efectos tóxicos en células placentarias humanas y en células de embriones. El estudio, publicado en la revista Environmental Health Perspectives, precisó que el herbicida mata una gran proporción de esas células después de sólo dieciocho horas de exposición a concentraciones menores que las utilizadas en el uso agrícola.

Señalaba que ese hecho podría explicar los abortos y nacimientos prematuros experimentados por trabajadoras rurales. También resaltaba que en soluciones entre 10 mil y 100 mil veces más diluidas que las del producto comercial ya no mataba las células, pero bloqueaba su producción de hormonas sexuales, lo que podría provocar en fetos dificultades en el desarrollo de huesos y el sistema reproductivo. Alertaba sobre la posibilidad de que el herbicida sea perturbador endocrino y, por sobre todo, instaba a la realización de nuevos estudios. Sólo obtuvo la campaña de desprestigio.

 

En 2007 difundió nuevos avances. “Hemos trabajado en células de recién nacidos con dosis del producto cien mil veces inferiores a las que cualquier jardinero común está en contacto. El Roundup programa la muerte de las células en pocas horas”, había declarado Seralini a la agencia de noticias AFP. Resaltaba que “los riesgos son sobre todo para las mujeres embarazadas, pero no sólo para ellas”.

 

En diciembre último, la revista norteamericana Investigación Química en Toxicología (de la American Chemical Society –Sociedad Química Americana–) le otorgó a Seralini once páginas para difundir su trabajo, ya finalizado. Focalizó en células humanas de cordón umbilical, embrionarias y de la placenta. La totalidad de las células murieron dentro de las 24 horas de exposición a las variedades de Roundup. “Se estudió el mecanismo de acción celular frente a cuatro formulaciones diferentes de Roundup (Express, Bioforce o Extra, Gran Travaux y Gran Travaux Plus). Los resultados muestran que los cuatro herbicidas Roundup, y el glifosato puro, causan muerte celular. Confirmado por la morfología de las células después del tratamiento se determina que, incluso a las más bajas concentraciones, causa importante muerte celular”, denuncia en la publicación, que precisa que aun con dosis hasta diez mil veces inferiores a las usadas en agricultura el Roundup provoca daño en membranas celulares y muerte celular. También confirmó el efecto destructivo del glifosato puro, que en dosis 500 veces menores a las usadas en los campos induce a la muerte celular.

 

Gilles-Eric Seralini tiene 49 años, nació en Argelia, vive en Caen, investiga la toxicidad de variedades transgénicas y herbicidas, es consultor de la Unión Europea en OGM y es director del Consejo Científico del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética (Criigen). “He publicado tres artículos en revistas científicas norteamericanas de ámbito internacional, junto con investigadores que hacían su doctorado en mi laboratorio, sobre la toxicidad de los herbicidas de la familia del Roundup sobre células humanas de embriones, así como de placenta, y sobre células frescas de cordones umbilicales, las cuales llevaron a los mismos resultados, aunque fueran diluidas hasta cien mil veces. Confirmamos que los herbicidas Roundup estimulan el suicidio de las células humanas. Me especializo en los efectos de los OGM y sabemos que el cáncer, las enfermedades hormonales, nerviosas y reproductivas tienen relación con los agentes químicos de los OGM.


Además, estos herbicidas perturban la producción de hormonas sexuales, por lo cual son perturbadores endocrinos”, afirma Seralini.

 

“El glifosato es menos tóxico para las ratas que la sal de mesa ingerida en gran cantidad”, señalaba hace una década la publicidad de Monsanto, citada en la extensa investigación periodística El Mundo según Monsanto, de Marie-Monique Robin. En el capítulo cuatro, llamado “Una vasta operación de intoxicación”, Seralini es contundente: “El Roundup es un asesino de embriones”. Hecho confirmado con la finalización de sus ensayos, en diciembre de 2008.

 

La contundencia y difusión del trabajo provocaron que la compañía de agrotóxicos más
poderosa del mundo rompiera su silencio –a pesar de que su política empresarial es no responder estudios o artículos que no le sean favorables–. Mediante un comunicado, y ante la agencia de noticias AFP, Monsanto Francia volvió a deslegitimar al científico. “Los trabajos efectuados regularmente por Seralini sobre Roundup constituyen un desvío sistemático del uso normal del producto con el fin de denigrarlo, a pesar de que se ha demostrado su seguridad sanitaria desde hace 35 años en el mundo.”

 

La antigüedad del producto en el mercado es el mismo argumento utilizado en la Argentina por los defensores del modelo de agronegocios. Las organizaciones ambientalistas remarcan que esa defensa tiene su propio callejón sin salida. El PCB (químico usado en transformadores eléctricos y producido, entre otros, por Monsanto) también se utilizó durante décadas. Recibió cientos de denuncias y se lo vinculó con cuadros médicos graves, pero las empresas continuaban defendiendo su uso basado en la antigüedad del producto. Hasta que la presión social obligó a los Estados a realizar estudios y, con los resultados obtenidos, se prohibió su uso. “Con el glifosato pasará lo mismo”, retrucan las organizaciones.

 

–Luego de una investigación en la Argentina del doctor Andrés Carrasco, en la que confirmó el efecto devastador en embriones anfibios, las empresas del sector reaccionaron con intimidaciones, amenazas y presiones. ¿Le suena familiar?

–Sí, y mucho. Con mis investigaciones las empresas también reaccionaron muy mal. En
lugar de criticar a los investigadores, una gran empresa responsable que no tiene ninguna capacitación en toxicología tendría que ponerse en duda e investigar. En diciembre de 2008, cuando se publicó nuestro último artículo, el Departamento de  Comunicación de Monsanto dijo que estábamos desviando el herbicida de su función, ya que no fue hecho para actuar sobre células humanas. Este argumento es estúpido, no merece otro calificativo. Es muy sorprendente que una multinacional tan importante admitiera, con ese argumento, que no conduce ensayos de su herbicida con dosis bajas sobre células humanas antes de ponerlo en el mercado. Se debiera prohibir el producto nada más que por ese reconocimiento corporativo.

 

–¿Cuál fue el papel de los medios de comunicación en sus descubrimientos?

–Diarios y televisiones han hablado de nuestros estudios, dan cuenta de que el mundo está deteriorándose a causa de estos contaminantes y que muchas enfermedades desencadenadas por productos químicos ya se ven también en los animales y reducen dramáticamente la biodiversidad. Pero también hay que tener presente que el lobby de las empresas es muy fuerte, hacen llegar a los medios de comunicación informaciones contradictorias que finalmente desinforman a la opinión pública e influyen en gobiernos.

 

En 1974, Monsanto había sido autorizada a comercializar el herbicida Roundup, “que pasaría a convertirse en el herbicida más vendido del mundo”, se ufana la publicidad de la empresa. En 1981 la compañía se estableció como líder en investigación  biotecnología, pero recién en 1995 fue aprobada una decena de sus productos modificados genéticamente, entre ellos la “Soja RR (Roundup Ready)”, resistente al glifosato. Monsanto promocionaba el Roundup como “un herbicida seguro y de uso general en cualquier lugar, desde céspedes y huertos hasta grandes bosques de coníferas”. También sostenía que el herbicida era biodegradable. Pero en enero de 2007 fue condenada por el tribunal francés de Lyon a pagar multas por el delito de “publicidad engañosa”. Los estudios de Seralini fueron utilizados como prueba, junto a otras investigaciones. La Justicia de Francia hizo eje en la falsa propiedad biodegradable del agrotóxico y hasta dio un paso más: afirmó que el Roundup “puede permanecer de forma duradera en el suelo e incluso extenderse a las aguas subterráneas”.

 

Frente a la campaña de desprestigio, Seralini recibió el apoyo de la Procuración General de Nueva York (que había ganado otro juicio contra Monsanto, también por publicidad engañosa). La revista científica Environmental Health Perspectivespublicó un editorial para destacar sus descubrimientos y la revista Chemical Research in Toxicology propuso publicar el esquema completo del modo de acción toxicológico. “Monsanto siempre entregó estudios ridículos sobre el glifosato solo, mientras el Roundup es una mezcla mucho más tóxica que el glifosato solo. El mundo científico lo sabe, pero muchos prefieren no ver o atacar los descubrimientos. Sin embargo, la empresa sostenía que era inocuo. Hemos confirmado que los residuos de Roundup representan los principales contaminantes de las aguas de los ríos o de superficie. Por otro lado, recibimos apoyo de parte de investigadores que encontraron efectos similares, explicando así abortos naturales y desastres en las faunas autóctonas”, explica Seralini.

 

Con un mercado concentrado y una facturación sideral, la industria transgénica es denunciada por su poder de incidencia con quienes deben controlarla. Hasta la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos (el ámbito de control competente) es acusada de haber cedido a sus presiones. En agosto de 2006, líderes sindicales de la EPA acusaron a las autoridades del organismo de ceder ante la presión política y permitir el uso de químicos perjudiciales. “Se corren graves riesgos en fetos, embarazadas, niños y ancianos”, denunciaban. La EPA había omitido estudios científicos que contradecían los patrocinados por la industria de los pesticidas. “La dirección de la EPA prioriza la industria de la agricultura y los pesticidas antes que nuestra responsabilidad para proteger la salud de nuestros ciudadanos”, finalizaba el comunicado.

 

Seralini remarca el poder económico de las agroquímicas y recuerda que las ocho mayores compañías farmacéuticas son las ocho mayores compañías de pesticidas y  de OGM, entre las que Monsanto tiene un papel protagónico. Por eso reclama la realización urgente de test sobre animales de laboratorio durante dos años, como –según explica– sucede con los medicamentos en Europa. “Hay un ingrediente político y económico en el tema, claramente, donde las compañías están detrás”, denuncia. Se reconoce un obsesivo del trabajo, advierte que desde hace una década analiza a diario todos los informes europeos y estadounidenses de controles sanitarios de OGM.

 

Y no duda: “Los únicos que hacen test son las propias compañías, porque son ensayos carísimos. Las empresas y los gobiernos no dejan ver esos trabajos. Esos estudios debieran ser realizados por universidades públicas y debieran ser públicos”.

 

“Llevo 25 años trabajando sobre las perturbaciones de los genes, de las células y de los animales provocadas por medicamentos y contaminantes. Advertimos el peligro existente y proponemos estudios públicos. Pero en lugar de profundizar estudios y reconocernos como científicos nos quieren restar importancia académica llamándonos ‘militante ambientalista’ . Tenemos claro que el ataque proviene de empresas que, si se hacen los estudios, deberán retirar sus productos del mercado”, denuncia Seralini, que en la actualidad advierte sobre el efecto sanitario no ya de los agrotóxicos, sino de los alimentos transgénicos y sus derivados. Recuerda que con el maíz transgénico (también tratado con Roundup) se alimentan los animales que luego come la población (pollos, vacas, conejos y cerdos) y explica que todos los productos que contienen azúcar de maíz (salsas, caramelos, chocolates y gaseosas, entre otros) deben ser objeto de urgentes estudios.

 

“Llevamos años trabajando sobre la toxicidad de los principales contaminantes. Hemos confirmado que el Roundup es también el principal contaminante de los OGM alimentarios, como la soja o el maíz transgénico, lo que puede conllevar a un problema de intoxicación de los alimentos a largo plazo.” La afirmación de Seralini va en sintonía con las denuncias de centenares de organizaciones sociales, urbanas y rurales, y movimientos internacionales como la Vía Campesina (colectivo internacional de campesinos, indígenas, sin tierra y trabajadores agrícolas), que exigen alimentos sanos.

 

 

 

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